Para los ricos occidente y norte, los monopolios de patentes y del copyright son una molestia moral y un impedimento para el progreso, así lo afirma este contribuyente anónimo invitado. Para el tercer mundo, sin embargo, las prácticas son neocoloniales y una cuestión de soberanía y vida y muerte. Estas razones son a menudo más fuertes que el derecho a crear.
Hay varias razones para nosotros en el primer mundo por las cuales oponernos al régimen actual de “propiedad intelectual”:
- Algunos de nosotros lo vemos como intentar de legislar al agua para que vaya a contracorriente
- Algunos de nosotros apreciamos la cultura del remix
- Algunos de nosotros lo vemos como un bloqueo de proyectos específicos
- Algunos de nosotros creemos que es moralmente dudoso el crear escasez artificial
- Algunos de nosotros simplemente no apreciamos la manera en que el sistema fue construido, sobre promesas rotas y números sobreestimados
Sin embargo, lo que oyes mucho, es la suposición – mayormente de otros, de que sólo se trata de no querer pagar por una película. Adelante, sacude tu cabeza.
Puede sonar rudo, pero hay una gran situación que puede ser, lógicamente, la fuerza motriz: el tercer mundo. Allí, los valores de la elaborada Rueda Pirata no son tan importantes como una simple realpolitik (política real N. del T.) económica.
Primero, para la mayoría de las naciones del tercer mundo, el negocio del monopolio es una simple situación de exportaciones netas. El contenido del primer mundo es largamente importado, pero en su mayoría, nadie hace colas en Los Angeles o París para ver lo último del cine de Camerún, las recientemente patentadas medicinas desarrolladas en Tajikistán, o el top 40 de la música de Zimbabwe. Un simple análisis estadístico muestra que ellos obtienen bastante menos de las industrias del monopolio que lo que pagan al primer mundo. Al salirse del juego, pueden aliviar inmediatamente un flujo de dinero, y mejorar el balance del comercio.
Segundo, estas naciones a menudo buscan desesperadamente la modernización. Sin embargo, adonde quiera que vean, el camino hacia el futuro pasa por los monopolios extranjeros. ¿Quieres semillas modernas y eficientes para tus granjas? Lo siento, están patentadas, así que pagarás un alto costo y se te prohibirá guardar el remanente de la cosecha para replantar. ¿Necesitas software para traer tus negocios y operaciones gubernamentales al siglo 21? Seguro, si pagas tres veces las ganancias per-capita por una copia, y un contrato de apoyo, y te vas olvidando de distribuirlo a cada oficina que lo necesita. Esas restricciones se van en el momento en que los monopolios lo hagan – el tipo sacando copias en la esquina, o el granjero local que empezó usando semillas patentadas, y la fábrica sacando medicación genérica para el HIV, no importa lo que hagas con el producto una vez que lo compras.
Hay también una razón más simple para que estas reformas puedan gustar al tercer mundo: una falta de intereses atrincherados. Los beneficiarios del monopolio del primer mundo son un grupo pequeño, pero desproporcionadamente influyente. En el tercer mundo, puedes tener unos pocos afiliados locales y pobres, apoyados solo por las sombras de firmas extranjeras y distantes. Abolir los monopolios no sólo tiene sentido económicamente, es una afirmación del carácter soberano e incorruptible de tu nación frente a personas ajenas!
En cierta forma, el sistema actual de propiedad intelectual se asemeja sorprendentemente a las regulaciones manufactureras establecidas en estados coloniales por sus amos distantes. Era un sistema obvio – al evitar el desarollo de la manufactura en la colonia, se pueden alinear las ganancias del país, y prevenir que la colonia desarrolle una economía propia y libre.
La segunda mitad del siglo 20 fue un período de gran liberación para el tercer mundo, ya que se quitó formalmente los grilletes coloniales. No veo razón alguna por la cual, en la primera mitad del siglo 21, no pueda ser el período en que corten el último cordón con el viejo modelo de explotación,