Vivo en Estocolmo, Suecia. Hace cien años, uno de los más grandes empleadores en la ciudad fue una compañía llamada Hielo Estocolmo. Su negocio era tan sencillo como necesario: ayudar a mantener la comida perecedera comestible por más tiempo al distribuir frío en un formato portátil.
Ellos cortaban grandes bloques de hielo de los lagos congelados en el invierno, los guardaban entre aserrín en grandes galpones, luego los cortaban en pedazos más pequeños y los vendían en las calles. La gente compraba el hielo y lo guardaba con la comida en armarios especiales, de manera tal que la comida estaba dentro de un almacén frío.
(Esto es el por qué de que algunos ciudadanos adultos mayores todavía se refieren a los refigeradores como “cajas de hielo“.)
Esta columna fue anteriormente publicada en TorrentFreak. Ha sido actualizada aquí para reflejar cambios recientes.
Cuando las casas en Estocolmo tuvieron instalación eléctrica en la primera mitad del siglo pasado, estos distribuidores de frío cayeron en la obsolescencia. Después de todo, lo que ellos distribuían era la habilidad de mantener la comida fría, y de repente, todos podían hacer justo eso por sí mismos.
En las ciudades, este fue un proceso bastante rápido. Con la disponibilidad del refrigerador desde circa 1920, la mayoría de los hogares tenían su refrigerador hacia el fin de los años 1930. Uno de los empleadores más grandes de la ciudad – distribuidores de frío – habían caído en la obsolescencia total por el desarrollo tecnológico.
Hubo muchas tragedias personales en esta era, mientras los hombres de hielo perdían su medio de sustento y debían reentrenarse para conseguir nuevos trabajos en campos totalmente distintos. La profesión de hombres de hielo ya era dura, y el ver que tu industria se desintegraba en tiempo real no lo hacía para nada más sencillo.
Pero hay unas pocas cosas que no ocurrieron en el momento que la distribución de hielo se volvió obsoleta:
- Ningún propietario de refrigerador fue demandado por hacer su propio frío e ignorar las cadenas corporativas de distribución de frío existentes.
- No se propusieron ningunas leyes que hicieran responsables en las cortes a las compañías eléctricas, si la electricidad que ellas proveían era usada en maneras que destruyeran los empleos de los hombres de hielo.
- Nadie demandó un impuesto al refrigerador mensual a los propietarios de refrigeradores, que fuera a los sindicatos de hombres de hielo.
- Ningunos paneles de expertos pródigamente costosos fueron sostenidos en consenso acerca de cuán necesarios eran los hombres de hielo para toda la economía.
En lugar de eso, el monopolio a la distribución se volvió obsoleto, fue ignorado, y la economía como un todo se benefició de la decentralización resultante.
Ahora estamos viendo una repetición de este escenario, pero donde la industria de distribución – la industria del copyright – ha tenido la audacia de levantarse y demandar leyes especiales y decir que la economía colapsaría sin sus servicios innecesarios. Pero nosotros aprendemos de la historia, es bueno cuando una industria se vuelve obsoleta. Eso significa que hemos aprendido algo importante – a hacer cosas de una forma más eficiente. Nuevas habilidades y oficios siempre aparecen en consecuencia.
La industria del copyright nos dice, una y otra vez y otra vez, que ninguna cultura será producida si ellos no pueden tener un altar su obsoleto monopolio de distribución, por medio de las leyes y las penalidades cada vez más altas por ignorarlas. Como hemos visto, de igual manera una y otra vez, esto es una bazofia.
Lo que podría ser cierto es que la industria del copyright no podría producir música al son de un millón de dólares estadounidenses por pista. Pero no puedes motivar una legislación monopolista basada en tus costos, cuando otros están haciendo lo mismo por mucho menos – prácticamente cero. Nunca ha habido tanta música disponible como la hay hoy, sólo porque a todos nosotros nos encanta crear. No es algo que hagamos por dinero, lo hacemos porque así somos. Siempre hemos creado, desde que aprendimos a poner pintura roja en las paredes de las cavernas.
¿Qué hay acerca de las películas, entonces? ¿Producciones de cientos de millones? Hay ejemplos de películas de garage (y una ha incluso vencido a Casablanca en convertirse en la película más vista de todos los tiempos en su país nativo). Pero puede parecer como verdad que el argumento sería más fuerte con las superproducciones.
Uno de mis artículos recientes desmiente esto también, las superproducciones producen el doble de sus inversiones antes que una copia digital pueda existir al aire, así que este no sería un problema. Las inversiones ocurrirán.
Pero voy a ir un poco más allá y decir que, incluso si es cierto que las películas no pueden hacerse de la misma forma si también existen el Internet y nuestras libertades civiles, entonces quizás todo esto significa la progresión natural de la cultura.
Invierto bastante tiempo con adolescentes a través de mi trabajo con el Partido Pirata. Una cosa que me impresiona es que ellos no ven películas, por lo menos nada en comparación a la cantidad que yo veía cuando era adolescente. De manera similar yo tiré a la basura mi TV hace 15 años, quizás esta es sólo la progresión natural de la cultura. A nadie le sorprendería si en este momento de la historia nos movemos de una cultura de tipo monólogo a una de diálogo y conversación. Los juegos inmersivos sobresalen como excelentes candidatos para sustituír a las películas.
Después de todo, anteriormente tuvimos operetas, ballets, y conciertos como puntos álgidos de la cultura en el pasado. Incluso las radio novelas (y algunas famosas). A nadie le importa particularmente que dichas expresiones hayan tenido sus cimas y que la sociedad haya seguido adelante con nuevas expresiones de la cultura. No hay un valor inherente en hacer leyes sobre nuestras formas de cultura y prevenir los cambios que siempre hemos tenido.
Donde quiera que miro, veo que los monopolios del copyright necesitan ser cortados de raíz para permitir que la sociedad supere el estado de ahorcamiento en el que se encuentran la cultura y el conocimiento. Típicamente, los adolescentes de hoy no ven el problema – ellos dan tan completamente por sentado el compartir en este mundo conectado, que descartan cualquier señal a lo contrario como un “sinsentido del viejo mundo”.
Y ciertamente no pedirían un impuesto al refrigerador.