La Carta Analógica: Es Completamente Razonable Demandar Que Nuestros Hijos Hereden Los Derechos De Nuestros Padres

Siempre que los piratas demandan el derecho de enviar cualquier cosa a quien sea sin ser rastreados, de alguna manera somos acusados de querer cosas gratis. Eso no es verdad. Lo que pedimos es más simple: pedimos que las leyes se apliquen de igual forma online y offline; pedimos que nuestros hijos hereden las libertades civiles por las que nuestros padres pelearon, sangraron y muchas veces murieron por darnos. Es un pedido completamente razonable.

Echemos un vistazo a la carta clásica para ilustrar esto. La carta física, consistente de un sobre, un papel escrito y doblado dentro del sobre, y una estampilla. Así era la comunicación personal en el mundo fuera de línea de nuestros padres, y fue consagrada con ciertas libertades civiles. Voy a enfocarme en cuatro de ellas.

Primero, la carta era anónima. Tú, y sólo tú, decidías si querías identificarte como remitente en el exterior del sobre para que todo el mundo lo sepa, dentro de la carta para que sólo el destinatario lo sepa, o no identificarte en absoluto cuando enviabas una carta. Esta era tu prerrogativa.

Segundo, la carta era secreta en tránsito. Nadie tenía el derecho de abrir todas las cartas sólo para asegurarse de que no contenían algo ilegal o inmoral – o algo copiado, de hecho. Si te encontrabas bajo sospecha previa de haber cometido un crimen muy serio, tu correo podía ser abierto secretamente para encontrar evidencia de ese crimen – pero ninguna carta sería abierta rutinariamente para revisar por nuevos crímenes.

Tercero, la carta no tenía seguimiento. Nadie tenía el derecho – ni, en verdad, la capacidad – de grabar quién se comunicaba con quién. Nadie podía monitorear todos los buzones para ver cuando alguien había echado una carta allí, mucho menos la habilidad de identificar a esa persona y conectarla con la dirección en la carta echada en el buzón. Era un derecho fundamental mantener tus conexiones para ti mismo.

Cuarto, el cartero nunca era responsable por los contenidos de la carta sellada. ¿Cómo podrían serlo? No conocían sus contenidos, ni se les permitía tomar conciencia de los mismos. Su responsabilidad comenzaba y terminaba con la entrega de los paquetes en la dirección que figuraba en el sobre.

Este es un conjunto de libertades civiles por el que nuestros padres y abuelos literalmente pelearon, sangraron y a veces incluso murieron para darnos. Es completamente razonable que sean trasladados a nuestros hijos en el entorno en el que se comunican, de la misma forma que los derechos aplicaron al mundo fuera de línea de nuestros padres.

Pero cuando remarcas esto, algunos protestan muy fuerte. La industria del copyright, en particular. “Si permites que cualquier persona le mande cualquier cosa a quien sea, incluso en forma anónima, ¡no podremos hacer nada de dinero!”

A esto, les respondo, ¿Y qué?

Es el trabajo de cada empresario hacer dinero dadas las restricciones actuales de la sociedad y la tecnología. Nadie consigue desmantelar las libertades civiles, sólo porque no pueden hacer dinero de otra forma – y quizás especialmente si no pueden hacer dinero de otra forma.

Si una industria en particular no puede continuar haciendo dinero de la misma forma a pesar de las libertades civiles sostenidas, pueden cerrar o empezar a vender algo más. No determinamos qué libertades civiles nuestros hijos tendrán basándonos en quién puede hacer dinero y quién no; las basamos en lo que nuestros padres pelearon y sangraron por darnos.

Este es el corazón del debate por el compartir archivos. No me importa un milisegundo si una industria de distribución obsoleta cierra, pero sí me importan las libertades civiles que nuestros hijos merecen heredar.

Este artículo ha sido previamente publicado en TorrentFreak.

Rick Falkvinge

Rick is the founder of the first Pirate Party and a low-altitude motorcycle pilot. He lives on Alexanderplatz in Berlin, Germany, roasts his own coffee, and as of right now (2019-2020) is taking a little break.
arrow