El copyright no nació en los Estados Unidos. La idea habia aparecido mucho antes, en Europa, como vimos en los primeros capítulos de esta serie. Cuando llevaron las leyes del Viejo Continente al nuevo país, los Padres Fundadores [los Founding Fathers, que escribieron y firmaron la Declaración de Independencia de los EUA] tuvieron dificultad para llegar a un consenso sobre el tema del monopolio de las ideas — el copyright. Thomas Jefferson escribió:
Si la naturaleza ha hecho alguna cosa menos susceptible que todas las demás de la propiedad exclusiva, es la acción del poder de pensar llamada idea, que un individuo puede poseer exclusivamente mientras la mantiene para sí mismo, pero que en el momento en que la divulga, se impone en la posesión de cada uno, y el receptor no puede desposeerse de ella. Su carácter peculiar, también, es que nadie posee menos, porque todos los otros poseen la totalidad de ella. El que recibe una idea mía, recibe instrucción sin disminuir la mía; igual que quien enciende su vela con la mía, recibe luz sin que yo quede a oscuras. Las ideas deberían difundirse libremente de una a otra parte del mundo, para la instrucción moral y mutua del hombre, y la mejora de su condición, parece haber sido peculiar y benevolentemente diseñado por la naturaleza, cuando la hizo … incapaces de confinamiento o apropiación exclusiva.
Al fin, la Constitución estadounidense fue la primera en establecer con precisión el motivo para al concesión de copyrights (y patentes!). El texto es muy claro y directo en su justificación para la introducción del copyright en su legislación:
… para promover el progreso de las ciencias y las artes…
Es muy interesante que el monopolio no haya sido adoptado para favorecer la remuneración de cualquier profesional – ni escritores, ni editores, ni distribuidores. Al contrario, el objetivo es ejemplar en su claridad: la única justificación para el monopolio es si él amplia la cultura y el conocimiento a disposición de la sociedad.
Así, el copyright (en los Estados Unidos, y por lo tanto en la forma predominante que tiene hoy) es un equilíbrio entre el acceso público a la cultura y el mismo interés público de que la cultura se renueve. Eso es importantísimo. En particular, vean que el interes público es la única parte legítima en la elaboración y en la evolución de la ley del copyright: los propietarios del monopolio sobre derechos de autor y patentes no son partes legítimas y no deberián tener nada que decir, de acuerdo con esa elaboración, de la misma forma que el reglamento de una ciudad no debería decir nada sobre qué es necesario para la seguridad nacional.
Es importante recurrir a las palabras de la Constitución estadounidense cuando las personas creen, equivocadamente, que el monopolio del copyright fue creado para que los artistas pudiesen ser remunerados. No fue así nunca, en ningún país.
Mientras tanto, en Inglaterra
Mientras tanto, en Inglaterra, los libros continuaban siendo muy caros, principalmente por causa del monopolio del copyright. Solamente en las casas de las personas ricas habia colecciones de libros, y algunas de ellas empezaron a prestarlos, generosamente, para las personas comunes.
A los editores no les gustó nada eso y empezaron a presionar al Parlamento para tornar ilegal la lectura de un libro sin haberlo pagado. Intentaron colocar a las bilbiotecas públicas en la ilegalidad incluso antes de que las bibliotecas hayan sido inventadas. “¿Leer sin pagar antes? Eso es robar a los autores! Quitarán el pan de la boca de sus hijos!”
El Parlamento, sin embargo, adoptó una posición distinta, porque tenía conciencia del impacto positivo de la lecura sobre la sociedad. El problema percibido por el Parlamento no era la eterna reivindicación de los dueños de los monopolios de copyright, sino la cuestión de que las personas ricas de la sociedad eran las que decidían, en la práctica, quien podia y quien no podia leer. Parecia beneficiosa para la sociedad un cambio en el campo do juego: crear bibliotecas públicas, accesibles igualmente a ricos y pobres.
Cuando los propietarios de los monopolios de copyright supieron éso, quedaron absolutamente descontrolados. “No se puede permitir que las personas lean libros gratis! Si pasa eso, nunca mas venderemos un libro! Nadie va a poder vivir de lo que escribe! Si esa ley fuera aprobada, ningún escritor jamás volverá a escribir un libro!”
Sin embargo el Parlamento, en el 1800, era más sabio que lo que lo es hoy, y percibió al descontrol de los dueños del copyright exactamente como lo que era. El Parlamento asumió la posición firme de que la sociedad se beneficiaria más del acceso público al conocimiento y a la cultura que las restricciones deseadas por los dueños de los monopolios de copyright y, en 1849, aprobó la ley de las bibliotecas públicas en Inglaterra. La primera biblioteca pública fue abierta en 1850.
Como sabemos, desde entonces nunca más se escribió un libro. O eso o la estupidez de los dueños de los monopolios de copyright sobre la imposibilidad de existir creación sin ellos era tan falsa, en aquella época, como lo es cuando es repetida hoy.
(Nota: en algunos países europeos, autores y traductores cobran algo cada vez que algun libro es prestado por una biblioteca. Y es importante resaltar que eso no es una compensación por una pérdida imaginaria de remuneración, como si toda limitación a un monopolio exigiese alguna forma de compensación, sino porque existe un fondo nacional de cultura que usa las estadísticas de las bibliotecas para medir la popularidad de los libros. Además, ese fondo fue creado sólo en el 1900, mucho tiempo después de las bibliotecas.)
Mientras tanto, en Alemania
Alemania no tenía monopolio sobre el copyright en todo ese período. Muchos historiadores argumentan que eso produjo una rápida diseminación de conocimiento y que permitió a Alemania asumir el liderazgo en el desarrollo de tecnologías industriales, al frente de Inglaterra — el conocimiento, en Alemania, podia divulgarse de forma rápida y barata. Entonces, de alguna manera, cuando superó a Inglaterra y asumió ese liderazgo, Alemania probó que el Parlamento Británico tenía razón: el interés nacional supera al interés de los monopolios de las editoriales cuando se trata del acceso a la cultura y al conocimiento.
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